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La otra noche, después de un día de intenso calor de agosto, decidí ir a andar en bici, es una de las cosas que más me gusta. Me puse mis pantalones cortos y una camiseta de tirantes que no tardé en dejar atada al manillar.

Para mi trayecto elegí una carretera en la que circulan muy pocos coches que está paralela al río Ebro. Esta carretera no está iluminada por eso, en cuanto te alejas de la ciudad la oscuridad empieza a apoderarse poco a poco de todo lo que te rodea. Para mi suerte, la Luna vino a mi rescate e iluminó con sus rayos el camino por donde iba, tan pronto mis ojos se adaptaron a su tímida luz la carretera se hizo visible ante mis ojos. El aire me pegaba en la cara y en el pecho dejándome una sensación muy agradable de frescura que agradecí.
El sonido de las ruedas sobre el pavimento, el aire entre los árboles y algunos animales que no alcancé a distinguir eran la banda sonora en aquel momento.

Llegué a punto en el que vi algo que me llamó la atención. Venía de la superficie del río, era algo que brillaba entre los árboles que separan la carretera del agua. Aminoré la marcha y me paré en un lugar donde la vegetación dejaba un hueco por donde ver de forma más clara aquella cosa que flotaba en el agua. Más que flotar parecía estar a escasos 40 cm de la superficie.

Era una luz, una bola pequeña, de un tamaño similar a la luz de una linterna, fue por eso que pensé en alguna pequeña barca y me imaginé a un padre y a un hijo pescando a la luz de la luna. Me acerqué más, con precaución de no caerme al río, con la intención de ver la supuesta barca pero no la vi. Daba la sensación de que era una linterna sujeta por algo invisible. Me convencí de que allí no había ninguna barca cuando aquella luz arrojó su único haz bajo ella misma y pude ver que allí solo había agua.

Ese pequeño haz de luz buscaba sobre la superficie del agua como lo hacen los focos en las cárceles de películas cuando hay una fuga.

Se me encogió un poco el estómago, no sabía lo que era eso que tenía a unos 40 metros. Después de todo estaba yo solo en mitad de aquel lugar solitario y oscuro viendo algo para lo que no encontraba una explicación lógica a pesar de que mi cabeza no cesaba en ese empeño.

En ese instante aparecieron dos luces rojas mucho más pequeñas que la principal. No iban cada una por su lado, sino que salían del mismo aparato o del mismo objeto puesto que las tres luces se movían a la vez.

A pesar de que no pude distinguir ninguna barca ni nada que estuviera sosteniendo aquellas luces, seguía dándome la impresión de que era normal y cotidiano, tal vez es mi mente lógica a la que le es difícil aceptar que algo no es muy normal pero, aquello parecía una linterna, potente, pero una linterna al fin y al cabo.

Me fijé en si la luz se movía junto a la corriente del río, de haber alguna pequeña barca, eso implicaría ese principio tan obvio, la barca y la luz se verían arrastradas por el caudal del río pero no fue así. La luz estaba en el mismo punto mientras que el agua seguía su curso ajena a aquello que tenía sobre ella.

Me monté en bici de nuevo y continué mi camino, al poco rato la carretera describe una curva que hace que uno se aleje del río y, por tanto dejé de verlo. Ya al final del trayecto, con el cuerpo algo intranquilo, incluso hubo un par de veces que tuve que mirar hacia atrás para comprobar si esa extraña cosa me estaba persiguiendo, vi algo en el suelo, algo pequeño pero no era solo uno, sino muchos, por lo menos 14 ó 15 gatos en mitad de la carretera. Tuve que frenar y esquivarlos mientras corrían en todas las direcciones asustados.

En un principio no sabía lo que eran, para mí, y durante un segundo, sólo eran bultos que corrían en la oscuridad. Eso unido al mal cuerpo que tenía debido a lo que había visto en el río no me ayudo a tranquilizarme.

Una vez detenido me eché a reír al comprobar que eran simples gatos. Continué hasta llegar al punto en el que siempre doy la vuelta y cuando volví a pasar por el punto exacto en el que los gatos me habían asustado comencé a emitir gruñidos, chasquidos y siseos para asustarlos y, de esa forma, no arrollarlos con las ruedas de mi bici. Funcionó, los felinos se quedaron ocultos entre la oscuridad.

Comencé a pedalear con fuerza, cambié a la marcha más dura de mi mountain bike, sólo pensaba en una cosa, si llego al lugar en el que estaba la luz y sigue ahí, puede que sea algo explicable, alguna barca, alguna boya o vete tú a saber. Cuando llegué allí, no había nada. Eso fue lo que más me mosqueó.

Tengo la intención de volver de día para ver, a la luz del sol, si hay alguna boya en ese punto. Estoy seguro de que no hay tanto misterio como me pareció. Os seguiré informando.

Me despido ya, un abrazo, se os quiere mucho
Samve Areh

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