Un regalo caído del cielo: Anécdotas infantiles

Muchos dicen que soy buena persona, y la verdad, es que no me considero malo. Cuando se es adulto se tiene más conciencia de las cosas y eso te hace actuar en consecuencia. Hoy no os quiero hablar de algo de mis días como adulto sino todo lo contrario, ¿Me imagináis de niño?, ¿Creeis que era un angelico? ¿Creeis que tenía dos alas blancas?

Un niño siempre es un niño, eso está claro, yo no era malo, no, el problema era que tenía muchísima imaginación, mucha energía mental que tenía que salir por algún lado.
Eso me llevaba a hacer cosas imaginativas para divertirme. Las ideas buenas siempre se me ocurrían a mi, y no porque fuera el más listo de mis primos, si no por que ellos son 4 años más jóvenes que yo.


Muchas veces, alguna de mis maravillosas ideas me costaban varios días de castigo, pero, ¿qué más daba? si me lo pasaba bien.

Un día me peleé con un chico del barrio porque me rompió un coche de juguete, lo hizo a drede. Eso hizo que mi padre me castigara sin salir a la calle, me dejaron solo en el piso, más aburrido que cine barrio. Mi hermano y primo ángel, que estaban en la calle se solidarizaron conmigo y subieron para que no estara solo.

Con ello, lo único que sacamos fue aburrirnos los tres. Había que hacer algo. Mientras estábamos los tres en las ventanas viendo a la gente pasar se me ocurrió algo.

Fui a la cocina, cogí un rollo de servilletas, saqué unas cuantas hasta hacer un bolo de papel de tamaño consiredable, lo puse debajo del grifo y lo escurrí solo un poco.

Me asomé a la ventana, mi hermano y mi primo ángel me miraban con curiosidad desde las ventanas contiguas. Saqué el bolo de papel mojado para que lo vieran pero parecía que no se daban cuenta de mis intenciones.

Me quedé allí, esperando a que pasara un víctima. No se hizo esperara mucho, al poco rato paso un hombre que iba mirando algo, parecía que estaba leyendo o buscando algo en su cartera. Eso le dejaba el cuello al descubierto. Imagina lo que pasó después.

Pues sí. Desde la altura de un tercer piso le lancé el mazacote de papel mojado. El proyectil cayó en picado hacía el inocente cuello del aquel hombre. Sonó un fuerte !!!PLAAASHHH¡¡¡ seguido de un gritito ahogado de la víctima.

Nosotros nos escondimos rápidamente mientras nos reíamos.

Hijos de puta¡¡¡¡ cabrones¡¡¡ salid si tenéis huevos- Gritaba aquel hombre.

Al ver la idea mi hermano y mi primo fueron corriendo a la cocina a por más papel mojado. Allí pasamos la tarde, tirándoles bolas de papel de cocina mojadas a la gente que pasaba, pero.

Llegó el momento en el que el rollo de papel se gastó.

joooo, se acabó la diversión - pensamos con tristeza.

Ante aquel problema se me ocurrió una cosa. Fui a la habitación por que recordé algo. El día anterior habíamos comprado una bolsa de globos pero, no de globos normales, sino globos de esos grande que llevan una goma, son globos más grande que un balón de playa.

cogí uno de ellos y empecé a llenarlo de agua en el grifo. Mis dos cómplices empezaron a reirse ante lo desproporcionado de la broma pero yo, no me quería aburrir.

cuando se llenó de agua hasta la mitad, llenarlo más me daba miedo, pues hubiera pesado demasiado, llené el resto con aire intentado no tragarme los 4 ó 5 litros de agua que llevaba dentro.

Me tuvieron que ayudar para ponerlo en la ventana, una vez allí, los otros dos se fueron a la habitación de al lado, para somarse y tener un asiento en primera fila y ver semejante espectáculo.

Esperamos un rato, pasó una anciana, mi hermano y mi primo me miraron pero yo les hice un gesto con la cabeza, me negaba a tirarle eso a una pobre anciana de ochenta y tantos. Después paso un mujer con dos niños, tampoco.

Después de estar esperando un rato, pasó la persona idónea para semejante regalo caido del cielo. Eran dos mujeres. Me parecieron madre e hija. La hija tendría unos treinta años y la madre ,pues, unos cincuenta y tantos.

Lo que más me llamó la atención fue su peinado, cardado, perfecto de peluquería, parecía estar hablando de él con su hija pues, no hacía más que tocárselo mientras la hija asentía con la cabeza. Mi público en la ventana de al lado me miró. Yo les asentí y ellos empezaron a reirse por lo bajinis.

Iba caminando despacio, aquella cincuentona orgullosa de su peinado iba a parecer una sopa en unos momentos. Esperé a tenerla a tiro. Cuando estuvo dentro del objetivo empujé el globo, cayó con una velocidad impresionante.

El globo le cayó encima de una forma prefecta, primero se desformó en un cabeza y después explotó derramando los cinco litro de agua encima de aquella pobre mujer.

Claro, ante semejante peso, imaginad, como para haberle roto el cuello, la mujer cayó al suelo de culo, su peinado antes tan voluminoso ahora parecía la cabeza de una gallina desplumada.

La hija estaba en estado de shock, no reaccionaba. La madre en el suelo estaba confusa.

Antes de que miraran hacia arriba, nosotros ya nos habíamos escondido. A la mujer no le pasó nada más grave que el susto y chaparrón pero empezó a gritar como si la hubieran matado.

Dios¡¡- pensé- me la he buscado buena.

Cuando la mujer se recompuso parecía un cuadro, imaginadla, con sus cuatro pelos mojados pegaos en la cara, el rimel corrido, la cara de susto y enfado.

Hizo lo que yo pensaba, llamó a la puerta, salió mi abuela.

-¿Qué pasa?- preguntó mi abuela, pero, imaginad mi abuela al ver que quien llama es una mujer con semejantes fachas.

-Señora, por Dios, ¿ Que le ha pasado?- le preguntó mi abuela.
Mi tía también salió para ver que pasaba.

Después de haber hablado con la desgraciada mujer. Que si no había derecho, que no nos tendrían que dejar sueltos, que si éramos un peligro.

Mi abuela me llamó.
-Samueeeeeeeeeeeeeeeel¡¡¡¡- Me gritó desde abajo.
-Yo no bajo- pensé. Mi hermano y mi primo me miraban con preocupación.
No tuve más remedio que bajar y dar la cara. Para mi sorpresa me encontré con el siguente cuadro.

Mi abuela se quería hacer la enfada, pero parecía que el haber visto a la pobre mujer con semejante aspecto le habia hecho mucha gracia y era por eso que se le hacía difícil aguantarse la risa, aunque lo hacía mejor que mi tía que estaba en el sofá con un ataque.

-!!No te rías¡¡- Le riñó mi abuela, pero ella misma se estaba aguantando la suya.

-A estos niños no hay quien los aguante- decía mi tía entre risas.

Todo cambió cuando vinieron mis padres. Menudo castigo.

Pero eso no me hizo cambiar, por eso iré contando mis hazañas en el blog. De estás hice mil, con esta estreno una nueva faceta de anécdotas infantiles.

espero haberte hecho reir una vez más
Un abrazo muy fuerte
Se os quiere mucho

Para próxima "El asesino le espera a la vuelta de la esquina"

Samvel Areh