Tierra, trágame¡¡¡

Hay momentos en los que debemos guardar un protocolo, mantener la compostura y seguir adelante pase lo que pase, pero a veces, eso es muy difícil, por no decir imposible, cuando intentas reprimir un ataque de risa.

Como dije en una de la entradas anteriores, yo estaba en un grupo, y cuando no pasaba una cosa pasaba otra. Yo solía estar a cargo de la voz principal, aunque también me turnaban ya que en el grupo cantaban hasta los mudos.

LLegó un fin de semana y mi tío actuaba sólo en un local de mi ciudad, así que fuimos a verlo actuar, porque todo hay que decirlo, es un artista como pocos, una persona que ha trabajado con los grandes como parrita, bambino, etc...

LLegamos al local todos, arreglados porque era ahí donde empezábamos la noche para luego irnos por ahí, incluso llevamos alguna de nuestras novias para ver el espectáculo. Como siempre pasaba, cuando actuaba sólo, llegamos tarde, desde el escenario nos vio y cuando hubo acabado su canción nos presentó como su grupo y anunció que luego subiríamos a tocar algo, cosa que no estaba prevista pero, él es así, había que estar a las duras y a la maduras, si ya nos había anunciado, ¿quién se podía negar?.

Llegó el momento de subir al escenario, entre aplausos íbamos desfilando de camino al tablao. Comenzamos con unas rumbas que animaron mucho a la gente y que concluyeron con el aplauso entusiasmado de la gente.

Tuvimos que cantar otra porque el público gritaba "otra, otra". Esta vez cantamos una bulerías, pero antes os voy a explicar como estábamos colocados en el escenario.
todos mis primos, al igual que mi hermano y mi tío estaban alineados con el público, es decir de cara a él. Pero a mi me pusieron en el lado derecho y mirando al centro del escenario, es decir el público me quedaba a la derecha. Justamente por esto el cable de mi micrófono atravesaba todo el escenario por delante de todo el grupo e iba a acabar en el equipo que estaba en el lado izquierdo.

Comenzamos las bulerías, al poco tiempo hicimos un cambio por bulerías de jaleo, esto hizo que el público se levantara emocionado, ya que este palo del flamenco levanta a un muerto. Mi tío, que se había limitado durante nuestra actuación a tocar palmas desde un discreto segundo plano, al escuchar el compas de bulerías de jaleo que anunciaban el cierre final de la actuación, pegó un salto y se colocó en el centro del escenario, en uno de sus arranques en los que irrumpe bailando en escena con ese arte que tiene, los brazos levantados, esa pose triunfante, esa mirada, esas patadas y esa figura que corona el broche final de la actuación.

Todo solía salir bien siempre, pero esa noche, no fue así, esa noche no contábamos con el cable de mi micrófono que esperaba una víctima como un leon aguarda a su presa.

Mi tío irrumpió en escena, con esa pose que sólo unas pocas personas saben hacer, todo parecía ir bien, yo seguía cantado y jaleandolo desde mi posición. En un momento dado dio una vuelta con tan mala suerte que el jodido cable se le enredó en los pies. Esto hizo que el pie de mi micrófono, al tirar del cable, se cayera en direción a mi tio mientras él luchaba por disimular en mitad de lo que debía ser el éxtasis de la actuación que cerraba el pase. Mi voz dejó de escucharse porque el micro estaba pegado en la espalda de mi tio que ahora, no luchaba por disimular sino por no caerse de morros mientras intentaba librarse de la presa de kárate que mi pie de micro le había hecho junto con el cable endemoniado.

Todo fue muy rápido, nos quedamos sin reaccionar, aunque las bulerías seguían sonando. Creo recordar que fue mi primo Ángel el que pegó un salto desde su silla y le ayudó a guarda el equilibrio.

Con gran profesionalidad y rapidez se libró del enredo de cables y me colocó de nuevo el micrófono donde estaba antes de que le atacara a traición para que yo siguiera cantando pero, decidme, ¿Quien puede seguir cantando depués de ver eso?

al regresar el micrófono cerca de mi boca sólo se escuchó el ataque de risa que yo, pobre de mi, estaba sufriendo. Al darme cuenta, me aparté del micrófono y mis primos, que se reían también, siguieron tocando, dierón el cierre y mi tío quedó en su pose final y triunfante ante el aplauso de la gente.

Si es que hay que tener arte hasta para caerse delante de tanta gente. Como os dije en la otra entrada, fue una temporada de dos años creo recordar, en los que pasó de todo, en los que las cosas parecían sacadas de una película de risas. También tengo que decir que aprendí muchísimo, el respeto por el público, no tener miedo escénico, ect, etc. Además hicimos muchas actuaciones en las que todo salió perfecto.

un abrazo muy fuerte
gracias por leerme y escucharme
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samvel
hasta la próxima
XD