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Hace unos días que ha terminado la Semana Santa y me ha hecho recordar una cosa. Veréis, aquí en Tudela (creo que en el resto de Navarra también se hace) se celebra el día del ángel. Es una cosa muy bonita pero lo único que hacen es colgar a un niño a 15 metros de altura con unas alas postizas. El "ángel" salé de una de las ventanas de la casa del reloj en la que ponen una especie de arco sobrepuesto para darle aspecto antiguo (cosa que no consiguen puesto que parece que lo han hecho en una clase de plástica de primaria. Cutre cutre, pero bueno, como iba diciendo, la misión del niño es quitarle el luto a la virgen María (una estatua) puesto que su hijo ha resucitado. La plaza nueva se llena de gente para ver eso.


Yo lo veo una chorrada pero lo que no os podéis perder es la cara del pobre niño cuando sale de la ventana colgao del cable y lo llevan a través de la plaza hasta que llega a la imagen de la virgen para que le quite el trapo negro que tiene en la cara. Como siempre la madre del niño es el centro de atención y se le ve orgullosa de haberle hecho pasar por esa experiencia traumática a la criatura. Si mi madre me hubiera propuesto la posibilidad de disfrazarme y colgarme de un cable para que me vea todo el mundo, me hubiera negao.

Bueno, ese día, después de ver la bajada del ángel, todo el mundo se va al campo a comer. Y no me refiero al centro comercial "Alcampo" sino al campo campo. Bueno, nosotros no éramos una excepción. Después de estar toda la noche por ahí de marcha, íbamos a ver el ángel, y después al campo a comer. éramos unos cuantos así que juntábamos dinero para comprarlo todo antes de semana santa y buscábamos algún sitio donde comprar y que estuviera abierto.

Normalmente se asa carne y ya está pero ese año mi hermano dijo que quería hacer un rancho ¿Con quince años que rancho iba a hacer?.
Lo primero era buscar un sitio que estuviera libre, cosa que era difícil, había gente por todos los lados. Total que tuvimos que andar mucho con todas las cosas necesarias, caldero para el rancho incluido. Por eligieron un sitio porque yo no hacía más que quejarme. Los demás querían un lugar solitario pero yo estaba hasta los huevos de andar con el caldero, así que nos pusimos en un hueco que había en una zona llena de gente.

Por fin nos sentamos en el suelo de tierra. Creedme después de estar toda la noche por ahí no apetece nada irse andando hasta el quinto coño para comer. Estar cansao, bueno, yo y todos los demás.

   -Hay que coger leña- Dijeron
   -Vale id vosotros, yo paso- Y me quedé sentao donde estaba

Al rato vinieron con leña. Mi primo Fran, mi primo Ángel y mi hermano venían riéndose porque mi hermano se había raspao la mano cogiendo leña. Bueno me alegré de que vinieran porque tenía más hambre que el perro de un chapista. Se pusieron hacer una fogata mientras las demás familias y cuadrillas estaban comiendo. Me daban envidia, con sus mesitas, sus sillas plegables, fiambreras con ensaladilla rusa, ensaladas, puff, de todo.

  -Menos mal que dentro de un rato habrá rancho- Pensé

Mi hermano le mandó a una chica que venía con nosotros que no me acuerdo quién era, que pelara las patatas. Ella estaba junto a mí. Muy servicial asintió y cogió un bol y empezó a cortar patatas. Me fijé en sus manos y me dieron mucho asco. Tenía las manos amarillas y cogía las patatas con la palma de la mano de manera que parecía estar restregándoselas por esas manos amarillentas con la intención de dejarles sabor a mano rasca ojetes. Las uñas eran de película de terror.

Seguramente el color de sus pezuñas era a causa del tabaco, estar toda la noche fumando le había dejado ese aspecto. Me imaginaba el sabor de las patatas ennegrecidas y se me fue el hambre.

  -Niña, trae, no peles patatas que me das asco con esas manos podridas- Le solté. Ella me miró como costándole creer lo que le acababa de decir. Me dio el bol, cogí las dos patatas que había pelado, las tiré, me lavé las manos, después llené el bol de agua y empecé a pelar patatas tocándolas lo menos posible. La chica un poco molesta quiso abrir una bandeja de carne, imagino que para cortarla.

  -Pero bueno ¿No te he dicho que con esas manos no toques NADA? ¿No crees que sería mejor que te las amputaran?-

Ella se fue al otro extremo y ya no tocó nada ni me volvió a dirigir la palabra. Que cerda la niña. Manos podridas. Mi hermano ya tenía el fuego encendido mientras los demás preparaban la comida, unas chicas  cortaban la carne (les miré las manos antes)  yo pelaba las patatas. Las tripas me sonaban, solo quería comer y marcharme a mi casa. Qué asco comer allí tirao, que mal preparao estaba todo. Si lo llego a saber no hubiera ido.

Desde las otras mesas me llegaban olores a carne asada y demás delicias pero mi hermano aun estaba esperando a que la fogata se convirtiera en ascuas donde poner el caldero. !!!Qué hambre¡¡ y !!qué odio¡¡, si, !!que odio¡¡, por que cuando tengo hambre se me pone muy mal genio. Que nadie hable conmigo cuando tengo hambre. Si me saludas cuando tengo hambre seguramente te mandaré a la mierda. Por eso me quedé allí quieto sin hablar, apartado de los demás custodiando aquellas tristes patatas peladas en un bol con agua. Por un momento me dio por bombardear con ellas a todos los que disfrutaban de su comida en las mesas de al lado. Tan felices, todo tan bien preparao, con esas sonrisas, que bien lo pasaban.

  -A ver si os atragantáis, come mierdas- Pensaba.

Por fin llegó el momento. Mi hermano puso unas piedras sobre las ascuas y encima el caldero. Yo estaba impaciente. Habían pasado más de 40 minutos desde que habíamos llegado y yo estaba en las últimas.

  -Tranquilo, tato, que ya está- Me dijo mi hermano al ver que yo me estaba rezagando en un lado con la vena de la frente a punto de explotar. Echó aceite en el fondo del caldero junto a dos trozos de ajo y otros dos trozos de pimiento verde y rojo. Qué triste era ver eso. Un caldero tan grande y solo esa cagarruta en un lado.

  -¿Sólo vas echar eso?- Le pregunté con toda la paciencia de la que era capaz.
  -Si, espera, que es el sofrito-
  -!!¿Qué mierda de sofrito es ese?¡¡- Le pregunté a gritos.
  -Ten paciencia, joder, no se te puede llamar a ningún lao, eh- Me dijo enfadado.

Mientras se calentaba el aceite con esos dos míseros trozos de pimiento, mi hermano se alejó para hablar con no se quién. Los demás, hartos de esperar, también hablaban entre ellos y pasaban de mí por su bien.

Mientras yo estaba mirando lo que, al parecer iba a ser mi triste comida aquella mañana, me percaté de que aquello salió en llamas. Los demás no se daban cuenta.

  -!!Toñoo¡¡- Llamé a mi hermano -¿Es normal que estos pimientos ardan así o se están quemando?-

Mi hermano vino corriendo mientras yo lo miraba esperando a que respondiera mi sarcástica pregunta. Ahora pensándolo me da mucha lástima pero en aquel momento lo hubiera matao. Los demás se dieron cuenta de que nuestro rancho, bueno, el sofrito ( si se podía llamar así) estaba en llamas. Mi hermano se puso nervioso y cogió una botella de agua y la echó en el caldero para apagarlo.

Imaginaos lo que pasó, echar agua sobre aceite hirviendo no es buena idea. Unas llamas de más de dos metros salieron del caldero. La gente se giró para ver la fogata.

  -!!Ole los ranchos buenos¡¡¡- Le grité yo

Al ver eso, cogió un puñado de tierra y lo echó encima, después otro más y así hasta apagar el incendio. La imagen que vi cuando el fuego se apagó se me quedará grabada durante toda mi vida. Si aquel sofrito era triste de por sí, ver aquellos dos trozos de pimiento quemados y llenos de tierra fue la confirmación de que no iba a comer ningún rancho.

Desde entonces no he ido más a comer al campo. Lógico ¿no?. Por suerte ahora, mi hermano es un cocinero estupendo, cocina de maravilla y yo soy su fan número uno.

Un abrazo se os quiere

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