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Refugio antiaéreo en  Sevilla
La guerra del 36 en España fue vivida por nuestros bisabuelos o tatarabuelos de forma traumática, pero hoy no os voy a hablar de ese aspecto de la guerra, sino de unas cuantas anécdotas que han ido pasando de generación en generación en mi familia y que dentro del marco de la guerra, cuando sucedieron, siempre me hicieron gracia. Es por eso que mi intención no es hablar de lo mala que fue esa guerra, eso ya lo sabemos o imaginamos todos porque no hay guerra buena.

Por lo que recuerdo de lo que me contaron hace ya un tiempo la historia empieza así.

Se dice que en esa guerra en la que lo pasaron muy mal muchas fueron las personas que se vieron obligados a trasladarse a campos de refugiados. Por lo que entendí las instalaciones tenían un refugio antiaéreo donde todos debían refugiarse cuando sonaban las sirenas que anunciaban el peligro de un ataque con bombas. Cuando el peligro pasaba la gente podía salir de allí y volver a sus casas o tiendas de campaña (nunca me lo terminaron de aclarar).

Imaginaos el miedo cuando a las 3 de la madrugada sonaban las sirenas y todo el mundo corría hacia el refugio. Debieron ser momentos espeluznantes en los que los nervios y el afán por llegar era muy grandes.

Pues eso mismo fue lo que pasó a mi antepasado. Era un hombre ya mayor y allí, en el lugar donde dormían se ocupaba de que las mujeres, ya fuera la suya propia, sus hijas o nueras, y los niños, nietos o sobrinos, estuvieran a salvo ya que los hombres jóvenes los obligaban a ir a combatir.

Era un hombre, según cuenta, bajito, regordete, con una panza bastante pronunciada, de carácter muy nervioso.

Sonó la sirena en medio de la noche. Él y las mujeres se despertaron asustados. Ellas cogieron en brazos a los niños mientras él se ocupaba de los niños un poco más mayores. No había tiempo que perder, de un momento a otro las bombas podían caer sobre ellos, nunca se sabía con certeza.

Las mujeres fueron las primeras en huir hacia el refugio mientras él se rezagó un poco. Cuando salió con sus dos nietos de la mano y con el pantalón a medio abrochar se dio cuenta de que casi todo estaban ya en el refugio.

Por lo visto eso le puso más nervioso, las sirenas no dejaban de sonar, el sonido de los aviones se escuchaba y unido a sus carácter nervioso se formó una bola que produjo que sintiera que no le daba tiempo a llegar al refugio y que iban a sufrir el impacto de aquella bomba.

Impotente, lo primero que se le ocurrió fue coger a los dos niños pequeños y lanzarlos entre unos matorrales, como si eso los salvara de las bombas, y él con todo ese nerviosismo y miedo se lanzara en otros matorrales que había en otro lado.

Cuando las sirenas se callaron, el sonido de los aviones desapareció y no hubo ataque alguno, todos salieron del refugio. Las mujeres fueron en busca del gitanico viejo y los dos niños que no habían visto entrar al refugio. Después de buscar en medio de la madrugada encontraron a los niños llorando en medio de unos matorrales llenos de pinchos, Los sacaron como pudieron, los niños "to arañaos" "magullaos" tuvieron que curarles las heridas que las zarzas les habían producido.

Pero ¿Y donde esta este gitano? le preguntaron a los niños pero ellos sólo les contaron que había sido el abuelo el que lo había lanzado a los matorrales con pinchos pero que no sabían donde estaba.

Buscaron al abuelo y al final lo encontraron. Veréis, detrás de los matorrales a los que se había lanzado en un desesperado intento por salvar la vida impulsado por el miedo, había un cortado, una zanja de dos metros de profundidad. Había saltado y, claro, había caído desde esa altura de plancha contra suelo, así de tripas. No se hizo nada grave, a igual que los niños, pero, ¿A quién se le ocurre hacer eso?.

Otra noche, pasó lo mismo, todos corrieron hacia el refugio, las mujeres se encargaron esta vez de los niños dejando al abuelo "libre". En medio de aquel sonido de sirenas que ponía nervioso al más pintado,se puso el pantalón con mucha prisa y corrió hacia el refugio tras su familia, pero veía que todos le adelantaban, no sabía que le pasaba pero se le hacía muy difícil correr como los demás. Empezó a sudar, ¿Qué me pasa? se preguntaba, Su familia se alejaba cada vez más, Jadeante entró por fin al refugio y cerraron la puerta. Cuando las sirenas dejaron de sonar y el peligro había pasado se levantó de donde estaba sentado y entonces se dio cuenta de lo que le había hecho tan difícil correr. Con las prisas había metido las dos piernas en la misma pernera del pantalón, es decir, donde se debe meter una pierna metió las dos, dejando la otra pernera o pantalón vacío. Con ello me lo imagino corriendo con esa desesperación y ese nerviosismo con las dos piernas en el mismo pantalón y me entra la risa.

Cuando las escuché contar por primera vez, me pregunté si yo hubiera hecho algo parecido, Creo que hay que vivir la situación para poder comprenderla bien. Tal vez muchos de nosotros hubiéramos salido corriendo en calzoncillos, con los nervios y las prisas a mi me hubiera dado igual. En cuanto al anterior caso, la verdad es que no se lo que hubiera hecho. Probablemente me hubiera caído de plancha en la zanja de dos metros sin remedio.


Por suerte no pasó nada y esas anécdotas pudieron pasar de generación en generación y , por lo menos, ver el lado gracioso de una época que no lo fue en absoluto.

Un abrazo, se os quiere.
Samvel Areh

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