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Las personas que comparten la infancia de uno se convierten en algo que siempre llevamos dentro. Con esas personas vives esos momentos tan especiales en los que todo aun está por descubrir y en los que cada día es una aventura.

Dos de las personas que siempre están conmigo, en mi memoria y en mi corazón son dos hermanos de Málaga. Dos rubiales, un chico y una chica. Si, María, si, Kiko, estoy hablando de vosotros.

 Nunca hubiera imaginado en los tiempos en los que hacíamos tantas trastadas y nos lo pasábamos tan bien que hoy estaría escribiendo en mi propio blog de mi propia página web sobre ellos dos.


Venían en verano a Tudela desde Torre del Mar , Málaga (Si queréis pongo vuestra dirección porque aun la tengo tatuada en la memoria) Su abuela, la señora María, (un ser especial, una de esas personas que son una prueba objetiva de que los ángeles existen. Que dios la tenga en su gloria). Vivía en Tudela, es más, vivía justo en frente de mi casa. Una calle estrecha, de no más de dos metros separaba nuestras fachadas.


Yo me daba cuenta de que habían llegado porque el Kiko levanta la persiana de "La sala" una habitación gigante que usábamos de sala de recreo, teníamos pesas, juegos de mesa, revistas de videojuegos y la todo poderosa Playstation y Nintendo 64 recién salidas al mercado.


     -!!!!Kikoooooo¡¡¡¡- Gritaba yo cuando veía la persiana subida.
     -!!!!Sube¡¡¡¡- Me contestaba él desde adentro.



No importaba que hubiera pasado todo el invierno y que durante todo ese tiempo no nos hubiéramos visto, ni hablado por teléfono. Cuando llegaban todo seguía como antes, como si nunca nos hubiéramos separado.


Su llegada era algo especial. Con ellos dos llegaba el buen tiempo y la diversión. Estuvieron viniendo muchos años y por eso viví con ellos muchos tiempo bonitos desde los 10 hasta los 18. Después venían pero no se podían quedar mucho tiempo.


Después de esta introducción os quiero contar la que montamos el Kiko y yo. Tendríamos unos 15 años. El Kiko y yo éramos unos niñatos. Pasábamos de ligoteos, de niñas y de todo, sólo querían jugar a los videjuegos, hacer trastadas por la calle y reírnos mucho. Estábamos juntos desde el punto de la mañana hasta que nos íbamos a dormir. En cambio la María ya empezaba a "presumir" a salir con las amigas en cuadrilla por la noche ( si María, ahora tu madre se va a enterar de todo lo que hacías aquí cuando ella no estaba)



Es decir que ella había madurado más que nosotros que parecía que aun no teníamos pelos en los huevos. Nosotros teníamos una mujer a la que amar, se llamaba PLAYSTATION. Lo demás sobraba.

    -Samuel, me ha llamado mi tía, me ha dicho que me da una bici- Me dijo nada más verme por la mañana cuando llegué a la sala recién desayunao.

    -pero ¿es una mountain bike?- Le pregunté como diciendo, cómo sea así...

    -No lo se, no me lo ha dicho, me ha pedido que vaya a su casa después de comer para dármela-



Pasó toda la mañana y estuvimos con la bicicleta en la cabeza, imaginando como podría ser. Yo tenía la mía rota y por eso no podíamos ir los dos juntos a andar en bici, así que si nos la daba ya teníamos solucionado el problema.

Después de comer, nos juntamos en la calle.Vimos a la María que salía a por el pan y le contamos lo de la bici como si nos fuera regalar un maletín con lingotes de oro. La María no le dio mucha importancia y se fue a la pili a por el pan. ( recuerdo que le daba vergüenza que las barras de pan sobresalieran de la bolsa y la Pili ,La dueña de la tienda, las cortaba por la mitad, María siento sacar los trapos sucios ajjaja )

    -Venga, vamos- Me dijo él. Nos pusimos camino a casa de su tía.



    -Kiko, ¿Dónde vive tu tía? ¿en el Tibet?- Le dije un poco arrepentido de haber ido.



    -Tranquilo que ya llegamos- Me dijo mientras subíamos una cuesta muy empinada y larga. Cuando llegamos a la "cima" giramos y encontramos la casa.


    -Aaaaay, hola Carlos (Kiko) ¿Cómo estás cariño?- Aquella mujer empezó a hablarle tonterías y yo , desde afuera, imaginaba a mi amigo incómodo.



Después de un rato de charla pude escuchar una especie de tintineo y unos pasos que venían hacia mi.


   -Ya salen, con la bici- Pensé - a ver que tal es-



se abrió la puerta, se descorrió la cortina y apareció el Kiko, su tía y aquella bicicleta que nunca olvidaríamos.


La bici era indescriptible. Lo primero que hizo el Kiko fue echarme una mirada para ver si yo tenía la misma reacción que él al ver semejante regalo.



La bici era un BH  roja, con bolitas de colores en los radios de las ruedas que se movían según giraban las ruedas( de ahí venía el tintineo que había escuchado segundos antes). Por si eso fuera poco en el manillar, además de tener unas cintas de colores en los manguitos llevaba una cestita blanca. La bici parecía que salía de la tienda, estaba en perfectas condiciones, sin duda la habían cuidado mucho, pero mucho, contando que aquel vehículo de dos ruedas parecía tener 200 años.


    -Mira Carlos, esta bici lleva en la familia mucho tiempo, le tengo especial cariño, así que quiero que la cuides muy bien, ¿Vale?- Le dijo su tía.


Yo luchaba por no morirme de la risa ante semejante emboscada. Cuando aquella mujer se despidió y se metió en casa nos empezamos a reír.



    -Joder¡¡¡, yo no llevo esto, si nos vamos a andar en bici la llevas tú y yo cojo la mountain bike- Le dije yo mientras él se moría de risa.



    -Qué vergüenza llevar eso por la calle- Pensamos.


Llegamos al comienzo de la cuesta que bajaba peligrosamente empinada.



    -Monta en la parrilla- dijo el Kiko mientras se subía a la bici

después de dudar un poco me subí, me agarré al sillín como pude y nos tiramos por esa cuesta.



    -Kiko, frena que nos matamos-

    -Tranquilo, que no pasa nada-



La gente nos miraba, o nos parecía que nos miraba. Siempre teníamos que dar el espectáculo. Cuando llegamos a casa, hartos de reír, cogimos la bici y comenzamos a tunearla.


Otros la hubieran arreglado, la hubieran pintado y quitado todas aquellas ñoñerías que llevaba pero nosotros no éramos así. Nos había dado tanta gracia ver lo ridícula que era aquella bicicleta que la tuneamos para que lo fuera aun más.


Fuimos a la tienda. Le pedimos cartones, ella nos dio unas cuantas cajas vacías. Compramos globos. Quitemos el sillín de un car que teníamos en la sala y me hice con un rollo de cinta de carrocero que tenía en casa.



Cuando tuvimos todos esos materiales nos pusimos manos a la obra. Lo primero que hicimos fue forrarla de cartones ayudándonos de la cinta de carrocero, pero tal forma que solo se adivinaba aque era una bici por que se le veían los pedales. Había cartones que colgaban para darle más "elegancia" , otro estaban más ceñidos al cuadro. Le pusimos unas ramas largas que salían de la parte de atrás del sillín y pusimos globos en las puntas. Pusimos el asiento del car en la parrilla para que pudieras ir montados los dos.


Pero lo que más nos llamó la atención fue el cartón que pusimos en la cesta que había en el manillar. Un cartón de lejía marca "La loba". Sin quererlo ya habíamos bautizado nuestra super bici. "La loba". Para rematar la faena, pusimos anuncios en los cartones. Por ejemplo debajo de la cesta pusimos uno que decía: Vendemos bragas rotas, tres unidades por quinientas pesetas.



Llegó el esperado momento de sacarla a la calle y poder "presumir de ella". El Kiko conducía, yo iba montado en el asiento del car. Lo primero que se nos ocurrió fue ir a la avenida Zaragoza. El centro de Tudela, donde hay mucha gente. Allí fuimos montados en semejante artilugio colmo de la "sinvergüencería"


La gente nos miraba y cuanto más nos miraba más nos reíamos nosotros, entre los coche circulábamos como si nada. Incluso hubo alguna anciana que nos paró para comprarnos bragas. Imaginaos las risas.


Cuando la cosa empezaba a sernos aburrida vimos a alguien especial. Alguien que si nos veía iba a pasar mucha vergüenza. ¿Sabéis quién? pues si, la María. Allí estaba ella con su cuadrilla de amigas luciendo tipín siendo las más guais.



Ni cortos ni perezosos nos acercamos hacía ellas para "saludar". Ya nos íbamos riendo según nos acercábamos. Una de sus amigas nos vio primero y torció el gesto con desagrado. La María seguía hablando sin percatarse de nuestra incómoda presencia.



    -María- la llamamos. Ella se giró y nos vio.

    -Ha dicho la abuela que vayas, monta que te levamos- Le dijo su hermano serio mientras yo le seguía el juego. Sus amigas nos miraron con gesto raro y allí estábamos nosotros, montados en un montón de cartones con pedales, yo sentado en la parte de atrás en un asiento de car. Las ramas con los globos de colores, y el anuncio de las bragas.


Al ver eso, sus amigas la miraron como pidiéndole una explicación de porqué su hermano y otro más habían venido a buscarla en semejante vehículo biciclo.


Imaginaos la cara de ella. Pasó mucha vergüenza.



    -No les hagáis caso- Les dijo mientras se  reía. tenía una mezcla entre vergüenza ajena y por otro lado sabía que lo hacíamos adrede, nadie mejor que ella para entender nuestro humor. Por otro lado, ella también se hizo cómplice nuestro y se reía de la reacción de sus amigas que no salían de su asombro.


Cuando volvimos a casa, metimos la bici en el portal. Habíamos pasado una tarde muy buena de reírnos, todo había salido muy bien, pero cuando estábamos haciéndole los últimos retoques a "La loba" nos llevamos una sorpresa inesperada.


Nunca venía, en todos los años que conozco a mi amigo, nunca la había visto por allí pero ese día vino. La tía del Kiko, la que le había regalado la bici, entró al portal con una sonrisa que se esfumó nada más ver la bicicleta. La bici a la que , según ella, tenía especial cariño y la que debíamos cuidar con esmero se plantaba delante de ella desfigurada con cartones, globos y dos rollos de cinta de carrocero además de un asiento de car.


    -¿Está tu abuela?- Le preguntó a su sobrino con gesto serio

    -Si- le contestó timidamente el Kiko

Sin más subió por las escaleras para ver a la señora María, que en paz descanse.

Fueron unos días en los que lo pasábamos muy bien con aquella bici y siempre la recordaremos. Momentos en los que a veces el Kiko me perdía con asiento de car y todo. El asiento estaba sujeto con cinta aislante así que duraba un par de días, cuando se soltaba y me caía, lo volvíamos a pegar. Acabábamos llenos de moraduras pero no importaba.


No se que fue de ella. Creo que aun sigue en "La sala".  Kiko, María, os mando un abrazo muy fuerte. Ya sabéis que os deseo lo mejor del mundo y os doy las gracias por haber formado parte de mi infancia.



Me despido ya. Un abrazo se os quiere mucho
Samvel Areh



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