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El mundo de las drogas es algo que siempre he odiado. En la década de los 70 había mucha menos información sobre ellas y era debido a este desconocimiento que mucha juventud se perdió. Por desgracia yo viví de cerca uno de esos casos, un tío mío. De nada sirvió una buena educación y nacer en una familia plenamente normal. Las malas compañías hicieron su macabra labor y entró en ese oscuro pozo sin salida. Su vida fue un infierno. Murió a los 35 años dejando huérfano a un niño pequeño.

Por todo esto es por lo que odio ese mundo. Por todo esto es que no entiendo a la juventud que hoy día decide jugar con las drogas. Hoy en día no tienen escusas, saben lo peligrosas que son.

Hoy quiero contaros un caso extraño que viví y si no extraño, al menos curioso si que es.
Fue una mañana de verano, yo tenía unos 12 años. Me levanté de la cama para ir a desayunar, me preparaba para disfrutar de una mañana sin colegio viendo los caballeros del zodiaco con mi hermano.

Mientras mi madre estaba en la cocina nosotros desayunábamos en el salón viendo la tele. En un momento dado llamaron y yo me asomé a la ventana. Cuando hube atendido el recado me percaté de una cosa.

Desde la ventana a la que estaba asomado, además de verse la calle, se veía una zona a la que llamábamos el camino de piedras. Era una zona sin pavimentar, con el suelo de tierra en la que había varias casas y, más bien casetas, a medio construir. Una zona donde los escombros y la suciedad formaban parte del paisaje. Hacía mucho contraste con la calle por donde íban los viandantes, además era una fuente de malos olores, de basura y un lugar al que algunas personas drogodependientes o (pinchetas) acudían en busca de escondrijo para "chutarse".

Está de más decir que todos los niños del barrio teníamos extríctamente prohibido acercarnos a ese lugar. Las quejas al ayuntamiento se sucedieron durante mucho tiempo pero no fue hasta hace unos años cuando decidieron arreglarlo. Ahora hay un bloque de pisos nuevos y una plaza con bancos.

Como decía, vi algo que llamó la atención desde la ventana. En esa zona vi un bulto en mitad del escombro. Era una caseta sin tejado y el escombro que formaba una pendiente tenía muchos bultos, bolsas, sacos y basura pero ese bulto, a pesar de parecer una bolsa negra de basura, me llamó la atención porque me pareció ver como se movía.

Me quedé un rato allí, asomado a la ventana, mirando con detenimiento. Después de un par de minutos aquel bulto que parecía una bolsa de basura negra seguía sin moverse.

-!Qué raro¡- Pensé -Mama, ven un momento-
-¿Qué pasa?- Me dijo mi madre mientras se acercaba a mi.
-¿Qué es eso?- Le pregunté mientras le señalaba con mi dedo índice aquel extraño bulto.
-Una bolsa de basura- Me respondió tras mirarlo bien.
-Es que me ha parecido ver como se movía- Le dije. Mi madre puso cara rara y volvió a mirar más detenidamente.
-Samuel, es una bolsa, no se mueve, te habrá parecido, anda ve a desayunar- Me intentó convencer. Pero yo, sabía que aquello no era una bolsa de basura como las demás.

Me quedé mirando más rato mientras mi madre volvía a sus cosas en la cocina. Mi hermano dejó de ver los dibujos y se asomo a mi lado para ver el extraño bulto.

-Yo creo que es una bolsa o un saco negro- Me dijo él después de mirarlo.

Al rato se cansó de estar ahí, en la ventana, y se fue a ver la tele. Yo seguí ahí, intrigado, estaba seguro que eso se había movido. Mientras estaba allí asomado salió a la calle una vecina nuestra, Regina.

-!Regina, buenos días¡- La saludé
- !!ah¡¡ Buenos días Samuel- Me contestó ella mientras se afanaba en fregar su trozo de calle.
-Regina, ¿Tu ves eso que hay ahí?- Le pregunté. Ella vivía justo enfrente de la zona derruída, sólo un muro de ladrillos la salvaba un poco de ver semejante paisaje.
-¿El qué?-
-Ese bulto que hay en esa caseta, me ha parecido ver que se movía- Le dije
-¿Dónde?-
-En esa caseta- Le señalé con el dedo. Las casetas no tenían puertas, eran solo paredes, así que era fácil ver lo que había dentro si uno se acercaba un poco.
La mujer se acercó un poco, como a 5 metros de distancia con disgusto, pisando con cuidado entre los escombros. Intentó mirar allí dentro estirando el cuello para salvar, de alguna manera la pendiente que hacían los escombros donde estaba aquella "bolsa"
-Pues, no es nada, es solo una bolsa, hijo- Me dijo a la vez que se afanaba por salir de allí. Después empezó a quejarse de toda aquella basura y esos escombros, de los olores y del poco caso que el ayuntamiento hacía, que si ella tenía que aguantar todo porque lo tenía en frente, que si iba a vender la casa. Lo que siempre decía. Cuando se desahogó, se metió en su casa.

Yo si haberla escuchado seguía alli mirando aquello que continuaba sin moverse. No pude más, tenía que bajar y ver de cerca lo que era aquello.

-¿Dónde vas Samuel?- Me dijo mi madre
-Ahora subo- Le contesté mientras salía por la puerta
-Samuel, no se te acurra meterte ahí dentro, ¿me oyes?- La oí decir desde las escaleras. Sin duda sabía donde iba.

Cuando salí a la calle, ella ya estaba en la ventana amenzándome con castigarme si me metía en aquel lugar pero yo, no le hice caso. Me podía más la curiosidad.

Llegué a la zona de tierra y después a los escombros. Entré a la caseta sin tejado con cuidado mirando por donde pisaba.

-!!!Samuel, sal de ahí ahora mismo, espera cuando venga tu padre, ya veras ya, Samuel¡¡¡¡- Me gritaba mi madre. Los escombros formaban una pendiente más pronunciada ahí, era lógico que la Regina no se hubiera acercado más, Me acerqué intentado no perder el equilibrio hasta que pude ver aquel bulto de cerca, a un par de metros.

Al principio no podía diferenciar si era un saco de tela negra, algo envuelto en una chaqueta, sin duda no era una bolsa, era de tela oscura y mate. Di otro paso más y para mi sorpresa, allí en mitad de todo ese escombro con los gritos de mi madre amenzándome con cortarme el cuello si no salía de allí, vi pelo. Era una cabeza, pero no solo eso, también me pareció ver un brazo. No había duda, aquello era un hombre, era moreno, con el pelo corto y estaba acurrucado entre los escombros.

Estaba colocado de una forma que pasaba desapercibido, de lejos parecía una bolsa o un saco como los muchos que había por allí. Salí de allí asustado.
-Mama, que es una persona y no se mueve, igual está muerto- Le dije un poco.
-Que dices, Samuel- Me dijo la Regina desde la ventana de la planta baja de su casa al escucharme decir aquello.

Mi madre se quedó de piedra. Creo que fue la Regina quien llamó a una ambulancia, no lo recuerdo pero, a los 10 minutos llegaron.

-¿Dónde está?- preguntaron. Les dijimos el lugar exacto. Fue allí, delante de la casa de la Regina, donde vi como dos hombres sacaban en una camilla a un moribundo. Estaba morado, con un gesto de agonía indescriptible. Parecía inconsciente pero se movía un poco.

-¿Está muerto?- Les pregunté
-No, no está muerto, pero si no nos hubierais llamado, probablemente lo estaría- Dijeron.

Fue un drogadicto que se escondió allí dentro para pincharse pero, al parecer sufrió una sobredosis. Si no hubiera hecho caso a mi instinto y hubiera seguido viendo la tele, probablemente ese hombre hubiera muerto ese día. A veces las corazonadas se sienten por algo, es como un sexto sentido que todos tenemos.

No volví a saber nada más de él. Claro, después de todo yo era un niño. Sólo espero que después de esa segunda oportunidad que le dió el destino, supuera aprovecharla y encaminarse para ser una persona normal y feliz aunque, lo dudo mucho.

Un abrazo, se os quiere
Sammvel Areh.

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